domingo, 11 de noviembre de 2007

Como una rata, encondida a veces en la oscuridad, al descubierto otras, el paso del tiempo va royendo la cáscara de los días, los años... hasta llegar al núcleo de su fruto para manosearlo, olisquearlo, lamerlo, comérselo y defecarlo algo después, en un rincón ignorado, a hurtadillas, como si estuviese cometiendo algún tipo horrendo de delito. No seré yo quien juzgue al depravado roedor. Más valdría tratar de pisotearlo antes de que nuestro núcleo se inunde de su reluciente mirada...

Extraña recreación del clásico y, por ende, manido tópico latino del tempus fugit... No se nos permite enunciar el nombre del autor de este breve texto, aunque sí se nos concede reconocer la inequívoca influencia de un soneto de Luís de Góngora, donde se refleja el mismo tópico desde la misma óptica: el devenir del tiempo y su incansable labor de "roedor", "limador" de "años", "horas"...






DE LA BREVEDAD ENGAÑOSA DE LA VIDA

Menos solicitó veloz saeta
destinada señal, que mordió aguda;
agonal carro por la arena muda
no coronó con más silencio meta,

que presurosa corre, que secreta
a su fin nuestra edad. A quien lo duda,
fiera que sea de razón desnuda,
cada sol repetido es un cometa.

¿Confiésalo Cartago y tu lo ignoras?
Peligro corres, Licio, si porfías
en seguir sombras y abrazar engaños.

Mal te perdonarán a ti las horas;
las horas, que limando están los días,
los días, que royendo están los años.

Luís de Góngora

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