lunes, 24 de octubre de 2022

Poema en Málaga

A golpes de badajo un zumo de melancolía se agrieta en las calles de Málaga. Se crispan los siglos ataviados largamente bajo las criptas. A los pies de la torre expósita las gentes sin largos atavíos se empecinan en su indiferencia, tenue velo que un aire leve mueve huérfano de interrogantes. Mi alma quiere ser badajo en este sin par enclave, donde la melancolía, hecha paloma muerta junto a las escaleras, es eco exclusivo y acaso indiferente de tu nombre por mí pronunciado. Así reina, oh mi amor, esta constancia de un vago rechinar entre rostros para siempre inmunes, dirán, a tanta belleza encriptada en las faldas de piedra de las altas féminas campanudas.

jueves, 13 de agosto de 2020

QUEVEDO Y LA DECADENCIA DE ESPAÑA

 En 1613, Quevedo culmina su "Heráclito cristiano", obra producto de una fuerte crisis de fe y de personalidad. Dentro de este libro, el poema que empieza "Miré los muros de la patria mía" es especialmente significativo. Trata sobre la decadencia, la que vivió personalmente el poeta, tanto física como moralmente, pero también sobre la decadencia de España. No olvidemos que el siglo XVII, el siglo del Barroco español, fue el comienzo de la pérdida del estatus social, político y económico del país, algo que se fue produciendo progresivamente a lo largo de la centuria. Curiosamente, el siglo XVII se abre con un cambio de triplicidad de los cronocratores, iniciando la de Fuego, y en 1613, fecha de la composición del poema, y del libro, se está dando la oposición de Júpiter y Saturno, el punto medio del ciclo de 20 años (la conjunción se dio en 1603). En unos meses (diciembre) asistiremos a un nuevo cambio de triplicidad, de Tierra a Aire. Y no dejo de "mirar" este poema, un soneto, la forma clásica por excelencia, la prueba de fuego de cualquier poeta), en estos tiempos que corren y parece que quieren despeñarse...

"Miré los muros de la patria mía,

si un tiempo fuertes, ya desmoronados,

de la carrera de la edad cansados,

por quien caduca ya su valentía.

Salíme al campo: vi que el Sol bebía

los arroyos del hielo desatados,

y del monte quejosos los ganados,

que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa: vi que amancillada,

de anciana habitación era despojos;

mi báculo más corvo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada,

y no hallé cosa en que poner los ojos

que no fuese recuerdo de la muerte."

Adjunto tres cartas, para ubicarnos mejor: la de la Luna llena del 18 de diciembre de 1603, coincidente con la conjunción de los cronocratores, la Luna nueva del 1 de enero de 1604, muy dinámica por tener a Marte en cuadratura casi partil con la lunación, y la de la Luna llena cercana a la cuadratura entre Marte y Saturno, con fecha de 20 de octubre de 1603. La conjunción de los cronocratores se dio en Sagitario, el signo de España según Ptolomeo, y unos meses antes, en octubre, Marte fue formando cuadratura con Júpiter primero desde Leo (Júpiter se hallaba en Escorpio, al final) y después con Saturno, con Marte en Virgo, estando el maléfico mayor en Sagitario. Virgo es el signo del territorio español, de acuerdo con el "Libro de las Cruzes", y este mismo libro considera a esta cuadratura como una cruz, pues tenemos a dos soberanos juntos formando cuadratura con el otro, y esta figura es significadora de cambios y de grandes accidentes desde el punto de vista climático. Sin ánimo de considerar la carta de la Luna llena cercana a la cuadratura de los maléficos como punto fundacional de nada, podemos ver un Ascendente en Virgo, signo muy español como ya hemos dicho, con Marte angular, así como Júpiter y Saturno también angulares.





lunes, 20 de julio de 2020

A LA INMENSA MINORÍA

                                                                   
                                                                                        ¿Callaremos ahora para llorar después?
                                                                                                             R. D.

Mis ojos hablarían si mis labios
enmudecieran. Ciego quedaría,
y mi mano derecha seguiría
hablando, hablando, hablando.

Debo decir "he visto". Y me lo callo
apretando los ojos. Juraría
que no, que no lo he visto. Y mentiría
hablando, hablando, hablando.

Pero debo callar y callar tanto,
hay tanto que decir, que cerraría
los ojos, y estaría todo el día
hablando, hablando, hablando.

Dios me libre de ver lo que está claro.
Ah, qué tristeza. Me cercenaría
las manos. Y mi sangre seguiría
hablando, hablando, hablando.


                                                 BLAS DE OTERO, Pido la paz y la palabra (1955)


domingo, 7 de junio de 2020

DAÑO, Y CAUDA (COLA) FINAL


La sangre,
Conocedora de su oficio,
Mana de la herida.
Oficia cantos dolorosos
Al compás de una letanía
De latidos negros.
Un resuello
Se apodera de la boca
Y se enseñorea del ocaso
De un pecho al descubierto.
Un pozo
Vertido hacia arriba
Son tus ojos
Colgando de su propia oscuridad.

Pero a tus labios,
Ecos de un dolor musitado,
Quiere volver mi pecho
Orillándose en eterno abrazo
Y en vaivén de silencio enamorado.

                                               7/6/2020, dos días después del eclipse parcial de Luna.



lunes, 4 de mayo de 2020

LA ASTROLOGÍA EN EL "CANCIONERO" DE PETRARCA

Lejos de ser esto un serio estudio acerca de la presencia de la astrología en la inmortal obra de Francesco Petrarca (1304-1374), comparto una muestra de fragmentos poéticos de este libro basándome en la presencia del vocablo "estrella/s" en los mismos, con atención a los textos en los que dicho vocablo se usa desde un punto de vista de influencia celeste. No dispongo del texto en mano, me baso en una edición que circula en Internet en PDF.

Antes de proceder a la exposición de la muestra, os dejo unas breves palabras acerca de esta obra. El Cancionero de Petrarca es un poemario amoroso que canta el amor del poeta hacia Laura, personaje real, haciendo un recorrido que va desde el encuentro con la dama hasta la muerte de esta, pasando por las diversas fases propias de toda historia de amor: el amor correspondido, los celos, los distanciamientos, las dudas acerca del amor del poeta o de la dama, etc. Este libro es pieza clave en la historia de la poesía europea, considerado como el primer pilar moderno de toda la obra poética de Occidente. De hecho,casi se puede decir que Europa ama al estilo de Petrarca, si bien los tiempos y la concepción que del amor se ha ido formando a lo largo de ellos han introducido diferencias, matizándolo, eliminando elementos superfluos, etc., siempre en adaptación a los códigos sociales de cada época. Recomiendo su lectura.

Comienzo con la selección de textos en los que se aprecia cómo la idea de un destino emanado del cielo está muy presente:

Cuando la noche ahuyenta al claro día,
y lo que es mi tiniebla es de otro el alba,
pienso en la crueldad de las estrellas
que me han formado de sensible tierra;
y al día yo maldigo en que vi el sol,
que me da aspecto de hijo de la selva.

El anterior fragmento procede de la Canción XXII. Aquí se ve cómo las "estrellas" son crueles y han formado al poeta de una tierra (cuerpo) sensible, reconociendo la influencia del cielo.

No creo que paciese nunca en selva
ser tan feroz, de noche ni de día,
cual la que en sombras lloro y bajo el sol;
no el primer sueño cánsame, o el alba:
que, aunque sea mortal cuerpo de tierra,
viene mi firme amor de las estrellas.

Este fragmento procede de la misma Canción XXII. Aquí se afirma que el amor es firme porque viene del cielo. Esto es una vieja tradición que se ha perpetuado en la poesía posterior, como se ve en la obra de Lope de Vega El caballero de Olmedo, donde se dice igualmente que el amor es algo que tiene que venir del cielo.

Cobra entonces valor Saturno y Marte,
crueles estrellas; y Orión armado
timón y velas al marino parte;

Se trata de uno de los tercetos del soneto XLI. Vemos cómo los planetas tradicionalmente considerados maléficos en la astrología, Saturno y Marte, son denominados como "crueles estrellas", en un texto en el que el alejamiento de la dama parece relacionado, entre otros factores que menciona el poema, con la influencia de estos dos planetas.

¿Qué digo? ¿dónde estoy? ¿y quién me engaña
sino yo, y desear más que debiera?
Pues si en el cielo voy de esfera a esfera,
veo que ningún astro en mí se ensaña.
Si mortal velo mi mirada empaña,
¿quién culpa a las estrellas
y a tantas cosas bellas?

Fragmento de la Canción LXX. El poeta, preso en un amor que le consume, busca la causa en su ceguera, no en la influencia de los astros. Se ve cómo hay una referencia a la cosmovisión ptolemaica, cuando habla de que en un hipotético viaje de "esfera a esfera", siendo cada una de ellas asociada con un "astro", no hay culpa celeste en el amor que profesa a Laura más allá de sí mismo.

Que hace una mala estrella, se dijera,
que nos deteste el cielo:

Fragmento de la Canción CXXVIII. Este poema es un repaso poético a la historia de Italia. Se ve claramente cómo esa "mala estrella", posible alusión a haber nacido en tal momento, hace que el cielo no sea benigno. De nuevo la influencia astral.

Bajo estrella cruel (si tiene el cielo
poder en nuestra suerte) yo he nacido;

Inicio del Soneto CLXXIV. El poema se centra en describir la crueldad de la dama. La referencia a la influencia de los astros es aquí muy clara.

Yo iría, si no fuese por mi estrella,
a pedir a Piedad mi panacea.

Fragmento del Soneto CCIII. Tras quejarse de la indiferencia de Laura, el poeta dice que buscaría un remedio si su "estrella" se lo permitiera, como si se le hubiese negado desde el nacimiento tal privilegio.



En fin, paro aquí la muestra. Hay más textos en los que se aprecia cómo la astrología, entendida como ciencia del influjo astral, opera con bastante claridad en la obra de Petrarca.

sábado, 25 de abril de 2020

ADVERTENCIA DEL ASTRÓLOGO


Mientras silabeo las lejanas estrellas,
Nombre en clave del cosmos enlutado,
El viento me susurra en el costado
De sus orbes las múltiples querellas.

Mientras deletreo las crines bellas
Del cielo en ferviente curso rimado,
Un aire suave grita enamorado
Que los astros no saben dejar huellas.

Son mis desvelos consonancia pura
Con  los asterismos, claro reflejo
Que respira con mi pecho en oscura

Analogía, fulgurante espejo
Que refleja mi pequeña estatura.
Toma, lector, mis versos cual consejo.



jueves, 23 de abril de 2020

INTERROGANTES...


Me veía a mí mismo dibujado en los contornos celestiales, en las siluetas estelares de animales y seres paciendo, bebiendo, brincando, embistiendo, dándose a la vida, allá en el campo que siempre sueño como idilio. Es verdad, estoy incrustado en los cielos, al menos mi yo más profundo, ese que igual pace estrellas allí arriba mientras mi cuerpo sigue aquí abajo enzarzado en batallas de corrupción en las que, iluso, cree que algún día vencerá, y no sabe que su ilusión es el recuerdo de la grandeza que ya vivió ese yo mío que es más yo de lo que yo jamás seré. Quizá por eso miro tanto al cielo y pregunto por lo que aquí abajo transcurre entre imperfecciones y pálidos reflejos de la belleza sideral. Pero, a pesar de saber que algo dentro de mí brinca, pace y embiste allí arriba, no termino de comprender nada. Miro a Saturno, por ejemplo, ese “fiero planeta caro a los nigromantes” del que hablaba el poeta, y solo me susurra que es el señor del cielo en este momento, es como el rey en su trono, es el protagonista del drama que mi cuerpo corrupto vive ahora en la tierra, en un suelo que él sabe que es suyo como yo sé que mi aliento hace tiempo que no me pertenece. Y me dice que me baste con esos susurros, porque ya nada más tiene que hablar, porque si él está en su trono los demás tronos se evaporan, o mejor, se congelan, se llenan de un tumor de hielo que supura y se enmohece en los cielos. Creo que lo que más se parece a ese “enmohecerse” del cosmos, mi patria, la única que he conocido y, tal vez, la única que me conoce a mí, es algo que aquí abajo llamamos “dolor”, “melancolía”, “tristeza”, y otras cuentas varias de un pesadísimo rosario que se nos cuelga al cuello de vez en cuando, solo cuando pedimos respuestas al cielo, mi único hogar, el trono del que caí cuando el toro embistió el occidente de este suelo en el que hace años que me pudro, como diría otro poeta, y esas repuestas no llegan porque se encasquillan a mi torpeza sublunar. Quizá los poetas sean la contracara del cielo, quizá sean ellos los que pueden reescribir el cosmos, nuestro verdadero hogar, el fuego que crepita como panes en el horno de nuestro pecho. Porque ellos, más que nadie, se alcanzan a sí mismos cuando los abate la melancolía de Saturno. Y ellos, que conocen el devenir del tiempo, la lima que roe los siglos, saben que luego vendrá otro tiempo como una página viene sobre otra página, y que este dar vueltas y vueltas, el honor del cielo que a veces queremos calcar en la tierra, es el único misterio del mundo del que mi yo más profundo, que es, en realidad, el nuestro, es el eco más dulce que jamás verían los tiempos.