lunes, 24 de noviembre de 2008

Eludir el amor

Es tan grande el miedo a decir cuánto se ama como el miedo a perder a aquel a quien se adora... Y es que, tal vez, los dos miedos sean, en realidad, el mismo: el terror inconsciente de que todo se vaya a acabar en cualquier momento, y el vacío que sobreviene después, demasiado conocido, tan familiar como el aire que respiramos y expulsamos a cada segundo... Este poema toca este terror universal:

Me preguntas si te sigo amando,
Y las nubes aterciopelan los atardeceres
Sobre una lumbre que se apaga
Tras los montes…
Perdona.
No es que olvide tu pregunta,
Es que siento que se me encasquilla
Entre los dientes,
Que se enhebra en mi lengua
Tercamente pertinaz…
Y sé que tu pregunta aún destella
Huérfana de la luz que la irradió,
Pero los montes rebosan de terciopelo,
Solitarios,
Hierros candentes que fraguan,
Simplemente fraguan…
Perdona otra vez.
Siento que tu pregunta
Siembra de latidos mi pecho
Y de martillos oxidados mis sienes,
Pero…, perdóname.
Perdóname porque tengo que sonreír,
Sonreír porque en atardeceres como este
Tengo cosida la lengua a mis dientes,
Sonreír porque, a veces,
Como en la tarde de hoy,
Me figuro que he sido forjado
Por los montes,
Y que,
Como terciopelo errante,
Me alejo,
Simplemente me alejo…


1 comentario:

Anónimo dijo...

AY AY !!!!CUANTA VERDAD HAY AHÍ!!!SIEMPRE ESTA EL MIEDO A PERDER LO QUE SE TIENE, EL MIEDO A QUE NO NOS AMEN!
UN SALUDO