Son tus tacones
aldabonazos
en una puerta
a la que quisiera
estar siempre llamando,
y son sus ecos
una resonancia
dentro de una campana
sobre un templo
donde tu belleza
se transfigura
en locura
en acompasado vaivén.
Y es mi cuerpo
aldabón
en una resonancia
en la que los besos
llaman a una puerta
y a un deseo
que se transfigura
al son
de tu constante taconeo.
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