La sangre,
Conocedora de su oficio,
Mana de la herida.
Oficia cantos dolorosos
Al compás de una letanía
De latidos negros.
Un resuello
Se apodera de la boca
Y se enseñorea del ocaso
De un pecho al descubierto.
Un pozo
Vertido hacia arriba
Son tus ojos
Colgando de su propia oscuridad.
Pero a tus labios,
Ecos de un dolor musitado,
Quiere volver mi pecho
Orillándose en eterno abrazo
Y en vaivén de silencio enamorado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario